miércoles, 2 de mayo de 2018

Coloreando el manga de Dragon Ball

Hay que ser sinvergüenza.

A principios de los 90, Dragon Ball se convirtió en la serie animada más seguida en España. Después de que Marco, Heidi y Mazinger Z allanaran el camino del anime en el país, el estreno de las televisiones privadas y de las cadenas autonómicas llenó las televisiones de anime.

Como digo, Dragon Ball destacó por encima de todo. En realidad, destacó en todo el mundo, en tiempos en los que no todo estaba interconectado. No será casualidad. Eso abrió el camino para la publicación de mucho manga, y de mucho anime en España. Gracias, Toriyama.

Por supuesto, uno de los primeros mangas que se publicó fue el de Goku, claro. Nadie había visto un manga antes, y yo menos, que era chiquitillo. Me topé en un kiosko de Málaga con dos número del manga, que aquí, recordemos, se publicó originalmente en formato comic-book, con grapa. No es lo natural en el manga, pero es lo que se conocía en España.

Mis hermanos y yo compramos esos dos números, que, creo, eran el 19 y el 21 (o quizás el 18 y el 20). El caso es que había un salto entre uno y otro. De todos modos, eran números maravillosos, en los que acababa el entrenamiento del Son Goku y Krillin en casa del Duende Tortuga, y comenzaba el primer torneo de artes marciales. El combate entre Krillin y Bacterian es el Evangelio en mi casa.

Pero el manga es el blanco y negro. Y eso, para niños pequeños de esa época, significaba que eran coloreables. Así, tanto mi hermano como yo, coloreamos, con más o menos acierto, nuestro respectivo número. ¡Qué infames! Ahora, en esa colección, deben andar dos números mal coloreados entre todos los cómics de la serie blanca.

El caso es que, hace poco, lo hablaba con un amigo asimismo frikazo, y resulta que él hizo lo mismo. También coloreó sus primeros mangas de Dragon Ball. Así que yo me pregunto: ¿cuántos niños ignorantes colorearían aquellos cómics de Son Goku?. En estos tiempos en los que Internet nos obliga a saberlo todo, es bonito recordar tiempos en los que la ignorancia era irrebatible.



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